lunes, 9 de julio de 2018

ALQUIMIA PARA NUESTRA PSIQUE-MENTE

“Los valientes que se atreven a descender a los abismos
suelen encontrar la “perla mística”.
J.A.L.


En general todos padecemos los mismos o parecidos dolores y heridas psíquicas, tarde o temprano. Son aquellas que van dejando las experiencias en su transcurrir por nosotros, mientras evolucionamos y de las cuales es conveniente saber curarse como de las físicas, pues si no condicionarán gravemente nuestra manera de interpretar la vida y relacionarnos con los demás. Repitiéndose una y otra vez el mismo patrón de comportamiento, al que nos lleva el eco o los miedos generados por los acontecimientos sufridos y no asimilados del pasado. Son como una semilla contaminada que seguimos sembrando y que produce la misma cosecha de dolor, confusión, incertidumbre y angustia. Coloreando y oscureciendo nuestra visión, atrapados como estamos por viejos esquemas o hábitos mentales y emocionales, que condicionan, de este modo, nuestra forma de pensar, sentir y actuar.

Pero hay una salida de este círculo vicioso, tanto los Grandes Maestros de Sabiduría de todos los tiempos, como los buenos profesionales de la psicología de hoy, nos ofrecen soluciones que de ser aplicadas sobre nosotros mismos, nos van otorgando otra visión y forma de enfrentar la realidad cotidiana, obteniendo paso a paso, el dominio sobre las sombras que antes nos hechizaban.

En el legado que nos ha dejado la Tradición de todos los pueblos, encontramos mitos y relatos que nos hablan de un héroe que se enfrenta a monstruos y pruebas muy difíciles de vencer para un hombre. Y aunque tendrá que ser él sólo quien las supere o venza, encontramos también en su travesía la ayuda misteriosa de algún dios, la posesión de armas mágicas que le acercarán a la Victoria. Su propia sabiduría innata o la guía de algún Maestro se convertirán en la luz que le hará avanzar entre las tinieblas externas e internas, paso a paso disipándolas, con perseverancia, fe y tesón.

Entre los muchos y buenos consejos que he encontrado, me ha parecido sumamente práctico para aplicar sobre nosotros mismos, una Atención Consciente sostenida, de modo que podamos conocernos y así tener opción de transformarnos, y poco a poco dominarnos, a través de la práctica reiterada de pautas de comportamiento más positivas. Esta atención consciente, crea una atención juiciosa, un espacio de claridad que emerge cuando apaciguamos la mente. Nos vuelve receptivos a los susurros de nuestro juicio intuitivo. Nos da claridad y discernimiento. Para “ver las cosas tal como son en cada momento, no como queremos que sean”.

Como comprobaremos esta atención consciente, nos aporta claridad y verdad. Pero hace falta tener el valor de reconocerla y concienciarla, lo cual implica mantener este “ojo” abierto sobre nosotros, sin caer en el escapismo de cerrarlo, negando esas “realidades” que podremos captar con su luz. Esta será la primera batalla a librar y a ganar, como dirían los antiguos egipcios, lograr “abrir el ojo”, recuperarlo. Luego tendremos que conseguir “mantenerlo abierto permanentemente”, poco a poco, practicando esta atención consciente cada vez más prolongadamente, y profundizando con ella en nuestro mundo emocional, mental y espiritual, hasta llegar a la “conquista del ojo” que lo iluminará todo con su sabiduría constantemente como el sol, de día y de noche. Dicen los sabios que en esto consistía la aventura espiritual del pueblo egipcio en “abrir el ojo divino en su interior”.

El Dr. R.D. Laing nos expone esta ceguera en la que caemos por falta de atención, de la siguiente forma:
El rango de lo que pensamos y hacemos, está limitado por aquello que no advertimos. Y debido precisamente a que no advertimos aquello que no advertimos, hay muy poco que podamos hacer para cambiar esto, a menos que advirtamos el modo en que nuestro fracaso en advertir determina nuestras acciones y nuestros pensamientos”. El primer objetivo, entonces, a conseguir, sería despertar, darnos cuenta de la forma peculiar en que estamos dormidos o sumergidos en el inconsciente.


Para salir de esa “ceguera”, que nos hace creer que nuestras creencias, distorsionadas por nuestros esquemas, son la verdad, hay que tener el valor de cuestionar nuestros hábitos mentales y emocionales, o sea ponerlos en duda, examinar, para reconocer los errores de perspectiva y cambiarlos. Hasta llegar a comprender que lo que pensamos que es la realidad, es tan sólo una ilusión personal, que iremos cambiando, o despejando, en la medida en que nuestra atención consciente, nos facilite poder ver más allá de esos velos, algún día la realidad que escondía toda esa ilusión creada por nuestro mundo emocional y mental, por nuestra subjetividad hecha de miedos, deseos, pasiones, emociones negativas, heridas y esperanzas.


Primero nos recomiendan: tomar distancia, verlos como pensamientos de otro, dialogar con ellos, rebatirlos. Ver que son sólo eso pensamientos, emociones, no realidades, que como nubes oscurecen o tapan el sol de la verdad, que está más allá,  romper así la tiranía mental que ejercen sobre nosotros. Con esto iremos adquiriendo más precisión y claridad, más capacidad para detectar matices, sutilezas y no dejarse atrapar por las luchas emocionales internas.


Hay algo muy importante a comprender, en esta alquimia interior, y es que la mente capta las cosas tal como le parecen que son, y no como son realmente”. Por lo tanto, deberíamos partir de que no sabemos como son las cosas, porque inevitablemente, las empañamos con nuestra visión coloreada y deformada por nuestros esquemas personales (o traumas), o por nuestra propia ignorancia simplemente. Partiendo de aquí, de una sana humildad, de un querer llegar a conocer la verdad, podemos emprender el viaje de retorno a lo mejor de nosotros mismos, o a la “recuperación de ese ojo sagrado”, como dirían los sabios del antiguo Egipto. De ese Ojo, que nos dará la posibilidad de “Ver y Conocer la Verdad”, trascendidos todos los velos de la ilusión y la pasión que enceguece. Que sabio nos resulta Sócrates, cuando afirmaba: “sólo sé que no sé nada”. Esta sería la actitud correcta del buscador de la Verdad. Luego vendrá el diálogo, la práctica, el orden y la limpieza interior, pero es fundamental partir de esta sana y valiente humildad filosófica, del que quiere aprender, borrando previamente prejuicios, miedos y vanidades, que ensombrecerían nuestra mirada. Y es que la mayor parte del tiempo como enseña el budismo: “alucinamos y no vemos la verdadera naturaleza de las cosas”. Sólo el sabio percibe la Realidad, los demás nos debatimos envueltos en ilusiones más o menos espesas.


Nos explican que si queremos seguir avanzando, tendremos que liberarnos de las costumbres más arraigadas en la mente, puesto que en tanto nuestros hábitos mentales permanezcan, veremos las cosas por lo que nos parecen, no como son. Esto requiere despejarnos de lo que oscurece nuestra mirada; ya sean miedos, deseos, traumas... Abrir “el Ojo”, o mantener la atención consciente sobre nuestros actos, pensamientos y emociones, exige una mirada limpia, de telarañas y colores, que nos permita poder llegar a Ver las cosas como son, no como nos parecen a nosotros, por el impacto que nos causan o por la interpretación que hacemos de ellas. Sino verlas objetivamente con el mensaje que encierran para nuestra personal superación. Entonces podremos volvernos alquimistas de nuestro interior y de nuestro exterior, trasformando las sombras internas y externas con la luz conquistada.


Es importante descubrir entonces, donde está la raíz del problema. Según explica el budismo- que hemos tomado principalmente como referencia-, de la rigidez de nuestros pensamientos y supuestos que se centran en torno a nuestro apego al ego, al yo de la personalidad. Profundizando un poco más, nos expone esa doctrina que siendo la emoción  la que crea el gusto o el disgusto hacia las apariencias que nos rodean, hay que ser consciente de las cosas con ecuanimidad, y no aferrarse al gusto ni al disgusto, que nos puedan causar.


Existen dos maneras de responder al sufrimiento explica el Dalai Lama: “Una consiste en ignorarlo y la otra, en contemplarlo fijamente y penetrar conscientemente en él, para los que practican un camino espiritual, la práctica consiste en penetrar en él”, para descubrir su raíz y extirparla. “La manera en que vemos las cosas, sería su raíz, su causa”. Y es que según como las vemos, así pensamos, sentimos y actuamos. Por lo tanto, el remedio está en nuestro interior. Entre otras conquistas tendríamos que conseguir cambiar la manera en que nuestra mente se relaciona con las condiciones adversas, porque esto sí depende de nosotros, ésta es nuestra elección. Toda experiencia, por más dolorosa que sea, es una puerta oculta que si logramos atravesar con Valor, nos libera de nuestras actuales limitaciones, desarrollando potencias hasta ahora dormidas en nuestro interior y que requieren ejercicio para crece, pruebas para desarrollarse.


Siempre se ha enseñado que: “A un hombre solo se le conoce realmente en la adversidad, y que es ésta la que nos fortalece”. Recuerdo como mi abuela materna siempre me repetía: “Cuando Dios quiere un roble, lo pone en medio de la tormenta”. Por lo tanto, la cuestión no sería esforzarnos en tener, conseguir o conservar circunstancias agradables, sino en aprovechar todas las experiencias que el destino nos depare como parte de nuestro aprendizaje y formación, por muy duras que resulten, pues siempre hay “oro escondido”, para el que sabe buscarlo y extraerlo, en todo lo que nos toque vivir. Más allá del dolor, una vez que trascurre el tiempo, si lo hemos aprovechado, vemos que han sido oportunidades para nuestra crecimiento interior, para ser un poco más buenos, más sabios, más justos, más fuertes.


Cuando el budismo nos habla del “dolor como vehículo de conciencia”, nos expone una Verdad en la que estamos todos inmersos y debatiéndonos, y es que nuestra ignorancia, miedos y apegos generan dolor, pero que existe un vía para liberarnos de él, que requiere conocer la causa y buscar los medios para irnos liberándonos. El nos despierta, nos avisa, nos empuja a buscar la causa, la salida del laberinto, el centro liberador, desarrolla nuestra conciencia, en la medida en que tenemos el valor de “penetrar en él”, buscando trascenderle, no sólo para liberarnos a nosotros mismos de las causas del dolor, sino para poder ayudar a los demás, en la medida de nuestras fuerzas, en este importante propósito de la vida que es la liberación del sufrimiento.


Llegar a “Ver la Realidad claramente y ayudar a despertar ese potencial en los demás”, en esto consistiría la compasión en su nivel superior. No podemos olvidar que según el budismo, la compasión y la claridad mental van, curiosamente, inseparablemente unidas. Para el budismo, la compasión es la cualidad esencial, desde el principio hasta el final del proceso evolutivo. Curiosamente, nos trasmiten que la compasión es la única fuente o fundamento de la omnisciencia (sabiduría). Y que ésta sólo se alcanza después de atravesar el período de purificación de las emociones aflictivas en el seno de la mente“Deberás purificar tu mente, como se refina el oro”. No es posible como constatamos, “ver con claridad, ver la realidad, sin antes purificar nuestra mente y nuestras emociones de la oscuridad que la empaña”. Será el dolor el que nos obligue o nos guíe, según nuestra elección, en el camino de la liberación, en la búsqueda de la felicidad perdida para todos. En la curación de nuestra ignorancia, a través de la Sabiduría.


En algunas oraciones los egipcios pedían ojos para ver a Amon, el principio oculto, y a Maat, la armonía divina: “Para contemplar tu divinidad, obtener el conocimiento de las cosas divinas y la solución de las tinieblas que limitan nuestra inteligencia”. Y enseñaban: “Cuando el hombre abre su ojo interior a su realidad divina, provoca el nacimiento de ese fuego incorpóreo que es la fuente de todas las mutaciones espirituales”. Egipto no admite excusas de ningún tipo a la falta de atención, la restauración del Ojo se impone como una necesidad vital, ya que este Ojo le incita a mantenerse alerta en todo momento, como guardián de la Justicia, que es también. Para este pueblo extraordinario y poderoso en Magia, “reconquistar la parcela extraviada, abrir el Ojo divino en el interior, es el objetivo del “viajero egipcio”. Y el mejor camino para conseguirlo consiste en hacer la ofrenda, o sea, practicar la magia del don de sí. Ofrecer a los demás la calidad de nuestro Ser.


Transcurrido el tiempo, hoy como ayer, volvemos a las mismas verdades, las de siempre y constatamos una vez más, la necesidad impostergable de reconquistar esa luz interior que nos puede liberar de la maraña de ilusiones en las que estamos inmersos, prisioneros, y que nos empujan a graves peligros personales y colectivos. Ciertamente nos urge a todos “despertar”. Ver, día a día, con más claridad el camino a seguir para trasformar nuestro “plomo en oro”, y como consecuencia dar a luz un mundo mejor.


Mª D. Villegas 
2007-Madrid
fragmento de LA BÚSQUEDA DEL FÉNIX 
(En preparación)

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