“La ilusión es la raíz de
todos los estados mentales insanos”
Budismo
El rumbo equivocado, peligroso, que seguimos los seres humanos depende en gran medida de la curiosa capacidad de engañarnos a nosotros mismos, una capacidad que nos permite eludir los hechos que consideramos amenazadores y sumergirnos así en la inconsciencia, en su negación.
No es de extrañar que el inconsciente (nuestros miedos, deseos) distorsione las cosas y nos obligue a aceptar una visión sesgada de los hechos cuyo objetivo consiste en persuadir a nuestro consciente de que emprenda o no un determinado curso de acción. El inconsciente puede manipular al consciente de igual modo que lo hace un titiritero con sus marionetas. El que lo logre o no y en qué medida depende de nuestro grado de conciencia y amor por la verdad, más allá de los miedos, deseos y obcecaciones que nublan la visión de la realidad.
Somos muy proclives a apartar de nuestra mente los hechos que nos resultan desagradables. De ese modo, las verdades dolorosas quedan sumidas en una laguna de supuesta indiferencia. En muchos casos es una natural autodefensa, pues aún no estamos preparados para hacerles frente, para aceptar esas verdades. Pero la única forma de evitar la repetición de ciertos hechos consiste en tomar conciencia de aquello que hacemos y que nos perjudica, con el fin de corregir el rumbo que llevamos, aunque este sea un proceso lento por el cambio de hábitos que requiere. El coraje o el valor sería siempre virtud muy necesaria para avanzar sana y positivamente en la vida, a través de las nieblas y la oscuridad que generan las mentiras, la ilusión y la ignorancia.
Si bien es cierto que cuando la verdad desgarra los velos que nos mantienen a salvo de la información dolorosa la exposición a ella puede resultar peligrosa. Y es que una intervención “quirúrgica” puede empeorar las cosas, aunque su origen haya sido precisamente dar solución a una situación dolorosa. Comprendemos cuan necesario es rescatar el arte de la diplomacia para no herir innecesariamente a nadie. Verdaderamente el equilibrio existente entre la eliminación de los velos protectores y el ocultamiento de las verdades dolorosas, resulta muy sutil y difícil, toda una ciencia y un arte, que nos vendría muy bien aprender y recuperar.
El impulso a oscurecer los hechos se deriva de la necesidad de conservar la integridad del yo, (la idea falsa que nos hemos hecho de nosotros y del mundo), tanto a nivel individual como a nivel colectivo. De este modo, el grupo puede exigir implícitamente a sus miembros que sacrifiquen la verdad en aras de una ilusión que se persigue o se cree alcanzar. Por esto, el extraño se convierte para miembros del grupo en una amenaza potencial, aunque lo único con lo que pueda amenazarlos sea con la verdad, cuya simple formulación constituye en el caso de socavar las ilusiones compartidas una auténtica traición al grupo. Tema que nos recuerda la exposición del gran filósofo Platón, en el “mito de la caverna”, donde nos relata como los hombres viven engañados tomando por realidad la simple ilusión de los sentidos...
¿Qué podemos hacer entonces? A pesar de la cautela, debemos actuar. Porque cuando nos dejamos guiar por una sensibilidad afectada por la “ceguera” y distorsionada por la necesidad imperiosa de omitir las verdades, estamos acelerando nuestra marcha hacia el desastre. Si no vemos por nosotros mismos el “cataclismo interno” nos lo harán ver y concienciar, a través de acontecimientos que ocurrirán fuera como destino.
Si queremos llegar a descubrir nuestro camino, debemos estar dispuestos a escuchar las verdades. Nuestra mejor esperanza consiste en atender a la voz clara e inconfundible de quienes son más lúcidos, más sabios, ellos harían la función de conciencia de la colectividad más "dormida". Cosa que únicamente la humildad permite reconocer, aceptar y valorar. No podemos permitir que el miedo paralice constantemente nuestra acción y nos impida ver y reconocer cómo son realmente las cosas. Necesitamos el consejo que brota de la visión interior, de la sabiduría, sólo está podrá ayudarnos en nuestra “ceguera” guiándonos entre los espejismos, más allá de las nieblas de nuestra ignorancia o autoengaño.
UNA ANTIGUA ENFERMEDAD Y SU CURACION
La idea de que la ansiedad reduce la atención no es nueva. Bloquea el proceso de cognición y nos hace confundir lo que sentimos con lo que sucede. Durante el estado de ansiedad, la atención queda atrapada en la fuente de la amenaza y obstaculiza nuestro rendimiento general. Pero recordemos algo muy importante, es nuestra interpretación de los hechos, la que puede terminar convirtiéndolos en una fuente de estrés. Lo realmente importante no es el suceso en sí, sino su significado para nosotros. De ahí que resulte tan importante el cultivar una actitud filosófica, atenta y valiente ante la vida. Dispuestos a aprender algo de todo lo que nos acontezca, para ir creciendo, mejorando como personas. Transformando con voluntad todo aquello que sea necesario, puesto que estamos lejos de poseer la verdad.
La idea de que la ansiedad reduce la atención no es nueva. Bloquea el proceso de cognición y nos hace confundir lo que sentimos con lo que sucede. Durante el estado de ansiedad, la atención queda atrapada en la fuente de la amenaza y obstaculiza nuestro rendimiento general. Pero recordemos algo muy importante, es nuestra interpretación de los hechos, la que puede terminar convirtiéndolos en una fuente de estrés. Lo realmente importante no es el suceso en sí, sino su significado para nosotros. De ahí que resulte tan importante el cultivar una actitud filosófica, atenta y valiente ante la vida. Dispuestos a aprender algo de todo lo que nos acontezca, para ir creciendo, mejorando como personas. Transformando con voluntad todo aquello que sea necesario, puesto que estamos lejos de poseer la verdad.
La ansiedad y la autoestima desempeñan el mismo papel tanto a nivel colectivo como individual, ambas distorsionan la realidad en aras de disminuir la ansiedad y mantener alta la estima. Este mecanismo de defensa psicológico nos ayuda a enfrentar la realidad con una actitud más segura, pero sería más sano conseguir relacionarnos con esa realidad sin autoengaños. Reconociendo nuestras potencialidades y a través de la práctica educiéndolas con valor. Lo primero a conseguir será no vivir hipnotizados por nuestra vanidad creyendo que ya las poseemos por el sólo hecho de imaginarlas. Así como reconocer esa realidad exterior tal como es. La práctica del Valor y el amor por la verdad es fundamental para salir del círculo vicioso del miedo que produce ansiedad, que nos lleva a bajar la atención, a negar las cosas como son, para escapar al dolor que no somos capaces de interpretar ni aprovechar, como mensajero que es de que algo anda mal en nosotros.
Huir de la ansiedad amputa parcelas enteras de nuestra conciencia y crea así innumerables puntos ciegos. El budhismo describe esta distorsión de la mente calificándola como moha, “la ilusión”, “la neblina mental que nos lleva a percibir erróneamente los objetos de conciencia”. Explica que la ilusión oscurece la verdadera esencia de las cosas y en tanto que “atención torpe”, nos proporciona una falsa perspectiva que nos lleva a malinterpretar todas nuestras experiencias. Afirmando por todo ello, que la ilusión es la raíz de todos los “estados mentales insanos”. La cura de la ilusión es “panna” que significa “visión profunda”, es decir, ver las cosas tal como son, algo que, en términos de nuestro modelo de la mente, implica una comprensión que no se halle distorsionada por el impulso defensivo de evitar la verdad.
El Dalai Lama habla de varios antídotos contra la ansiedad. El primero consiste en combatir activamente la preocupación. Recordando que si el problema tiene una solución no hay necesidad de preocuparse y si no la tiene tampoco. Aquí lo importante es buscar la solución y aplicarla. El segundo sería la transformación de la propia motivación fundamental. Cuanto más cerca esté uno de sentirse motivado por el altruismo tanto menor será el temor que anide en nosotros.
El Budhismo enseña que no es posible ver con claridad la realidad sin antes purificar nuestra mente y nuestras emociones de la oscuridad que la empaña. Mientras, “la mente capta las cosas tal como le parece que son, (como ella es), y no como son realmente”. La causa estaría en la rigidez de nuestros pensamientos y supuestos, en nuestro apego al yo personal, en las emociones que distorsionan con nuestro gusto y disgusto la apariencia de las cosas.
EL AUTOENGAÑO COLECTIVO
La mente colectiva es tan vulnerable al autoengaño como la mente individual. Las zonas oscuras de un determinado colectivo son el simple producto de los esquemas compartidos por sus miembros. De este modo las regiones de la experiencia que quedan fuera de la mente individual, también serán anuladas de la mente colectiva. Por esto los problemas sociales son la suma de los problemas individuales no resueltos.
La mente colectiva es tan vulnerable al autoengaño como la mente individual. Las zonas oscuras de un determinado colectivo son el simple producto de los esquemas compartidos por sus miembros. De este modo las regiones de la experiencia que quedan fuera de la mente individual, también serán anuladas de la mente colectiva. Por esto los problemas sociales son la suma de los problemas individuales no resueltos.
Vivimos en tiempos difíciles, peligrosos, una época en la que el autoengaño se está convirtiendo en una cuestión cada vez más apremiante y nos obliga a enfrentarnos a retos urgentes, si queremos evitar la catástrofe, el deterioro general de nuestro planeta, la hambruna que se extiende debido a la superpoblación entre otras cosas, las injusticias sociales y mundiales debidas al egoísmo y la ambición de unos pocos.
Como podemos comprobar el autoengaño opera tanto a nivel de la mente individual como a nivel colectivo. ¿Qué podemos hacer para salir de esta mentira y de tantas otras en las que nos hallamos atrapados? Darnos cuenta de lo que no nos damos cuenta, para poder librarnos del poder hipnótico del autoengaño. Y tener el valor y el coraje suficiente, para buscar y afirmar la verdad con nuestros actos.
Nuestro principal propósito será descubrir cómo interpretamos o evitamos darnos cuenta de las cosas. Cómo fragmentamos nuestra conciencia y perdemos parte de nuestra atención para no “ver” lo que no queremos o no podemos aceptar y reconocer. La atención selectiva, decide que es lo que debemos admitir en nuestra mente consciente. Y es la combinación de autoengaño y libre albedrío lo que permite hacer el mal confundiéndolo con el bien y justificarlo para quedar tranquilos.
El cerebro enmascara las acometidas del dolor o la ansiedad reduciendo nuestra conciencia. Se constata así que ante ciertos temas o realidades somos proclives a bloquear o disminuir nuestra atención y autoengañarnos, anulando así el dolor o la ansiedad que no soportamos. De este modo, la mayoría vivimos “anestesiados” o “dormidos”, entre espejismos o ilusiones, sin conocer ni ver la realidad personal interna o externa. De ahí, entre otros, los muchos problemas de convivencia que de seguir así, irían en aumento.
El mecanismo neurológico que interviene en este intercambio, implica a los opioides, “la morfina cerebral” que aturde las sensaciones de dolor y difumina nuestra atención. Aplacan la ansiedad pero disminuyen nuestra atención. La propia mecánica de nuestra mente posibilita que la falta de atención a las verdades dolorosas nos mantenga a salvo de la ansiedad, mientras las circunstancias lo permitan. Cuando el consuelo proporcionado por esta atención disminuida llega a convertirse en hábito, pasa a formar parte del carácter. El mismo trueque entre ansiedad y atención opera en la conciencia colectiva del grupo. Su coste social son las ilusiones (mentiras) compartidas, que tarde o temprano generan graves males sociales o catástrofes colectivas.
El hecho de que el alivio del dolor y la atención selectiva compartan las mismas vías nerviosas cerebrales, parece indicar que el sistema de endorfinas sirve tanto para reducir la atención como para mitigar el dolor. Es decir, la liberación de las endorfinas reduce la atención y disminuye así el dolor, mientras que la liberación de la ACTH (hormona adrenocorticotrópica, que muestra un efecto opuesto y complementario al de las endorfinas), aumenta la atención y agudiza la sensibilidad al dolor, mientras que las endorfinas actúan precisamente en sentido contrario. Esta configuración cerebral es una estructura permanente, ya que las redes neuronales que posibilitan la relación entre el dolor y la atención son el fruto de millones de años de evolución.
EL SUEÑO EN VIGILIA
Aunque nos neguemos a ver las cosas o reconocerlas como son, no por eso cambian o dejan de ser. UN CÁNCER POR MAS QUE SE NIEGUE NO DESAPARECE. Pero sí desaparecen las posibilidades de curación con esta actitud.
Aunque nos neguemos a ver las cosas o reconocerlas como son, no por eso cambian o dejan de ser. UN CÁNCER POR MAS QUE SE NIEGUE NO DESAPARECE. Pero sí desaparecen las posibilidades de curación con esta actitud.
El Dr. R.D. Laring, afirma que “debido precisamente a que no advertimos, aquello que no advertimos, hay muy poco que podamos hacer para cambiar esto, a menos que advirtamos el modo en que nuestro fracaso en advertir, determina nuestra acciones y nuestros pensamiento”.
Gregory Bateson acuñó el término “adormecedor” o sueño en vigilia, para referirse a la ofuscación que nos impide ver las cosas tal como son. Alguna vez habremos experimentado la sensación de no saber por unos momentos, conscientemente, si estamos soñando o estamos despiertos, si lo que pensamos es producto de nuestra fantasía o de la realidad que vivimos, hasta que retomamos el control a través de la atención al presente. Nuestra fantasía o la falta de control sobre nuestra mente o nuestra psique, nos ha mostrado algunas veces como distorsionamos nosotros mismos la realidad que vivimos, empujados por nuestros deseos. Cada cual vive la realidad teñida y deformada por sus necesidades, miedos y deseos. Muy pocos han logrado “despertar” de ese sueño que crean nuestras ilusiones. Sólo a base de atención, concentración y voluntad podremos ir consiguiéndolo. ¿Cómo podemos despertar? El primer paso para ello consiste en darnos cuenta de la forma tan peculiar en que estamos dormidos.
El filósofo Jorge Ángel Livraga, escribía: “El arte de vivir en la Realidad necesita, previamente, la descontaminación de los apriorismos y la liberación del errado concepto de que la razón abarca la totalidad de la Realidad. Es imprescindible retornar a un naturalismo filosófico en donde se eliminen los intermediarios entre la realidad y el concepto. Hace falta observar más y pensar menos. Hace falta erradicar la mentira que identifica la imaginación creadora con la fantasía deformante. El arte de vivir la Realidad, es un imperativo de nuestro tiempo, sino queremos perecer aplastados por el peso de nuestras propias mentiras”.
SINTESIS FINAL
Diríamos entonces que para ir saliendo de estos estados negativos o de escapismo, la práctica de la observación propia, de la atención sobre nuestros estados mentales, psíquicos y sobre nuestros actos, podrá ayudarnos a despertar y a ir diferenciando entre nuestras fantasías y la realidad de las cosas como son, más allá de cómo nos gustaría que fuesen. Podemos y debemos trabajar y esforzarnos para que lleguen a ser como soñamos, -sobre todo si es para mejorarlas-, que sería el hecho más natural. Pero no caer en la tentación de creer que ya lo son, simplemente porque lo soñamos o lo deseamos. Esto nos llevaría al autoengaño, al fracaso tarde o temprano. Pues aunque neguemos la “enfermedad”, ésta existe, y si no le ponemos remedio, ni atendemos las señales del dolor por comodidad o miedo, al final será peor el remedio que la enfermedad, porque un error nos llevará a otro error, produciendo males mayores. Y es que las causas de los problemas que padecemos a nivel colectivo e individual, siempre están dentro nuestro. En cómo vivimos, cómo somos, cómo enfrentamos las circunstancias, las relaciones con los otros, en la idea que tenemos de la vida y de la muerte y tantas cosas más.
La causa de muchos de nuestros males, tanto físicos, como psíquicos o mentales, a nivel individual o colectivo, se encuentra en esta tendencia al autoengaño, a la negación de las cosas como son, por miedo a enfrentar la realidad, a reconocer la ilusión o la mentira y a proponernos valientemente cambiar. Sólo los valientes podrán enfrentarse como en las antiguas mitologías nos relatan con el dragón interior, con las propias sombras, ilusiones y debilidades. Llamando a las cosas por su nombre, o sea reconociéndolas como son aquí y ahora, para poder luego pasar a buscar soluciones y así transformarlas en una realidad mejor, en eso consiste la evolución espiritual. Sin duda, hace falta VALOR para conseguirlo. Recordemos somos Luz en nuestra esencia, hagamos que sea una Realidad en la presencia.
Es fundamental esforzarnos día a día, con fe y perseverancia, en poner un poco más de luz dentro y fuera, manteniendo la atención y la conciencia presentes, aprendiendo de todo lo que nos sucede, dirigiéndonos hacia la salida de la “caverna”, como diría el divino Platón. Esa "caverna" que no es otra cosa que nuestras ilusiones, engaños, miedos, cobardías, egoísmos, fanatismos, crueldad, injusticias...en una palabra; la sombra colectiva creada por todos nosotros que nos mantiene "prisioneros, encadenados" a la miserable realidad de este "infierno" que hemos creado con todos nuestros defectos y zonas oscuras.
Cuan necesario es desarrollar Valor y Amor por la Verdad, aprender "El arte de vivir la Realidad, sino queremos perecer aplastados por el peso de nuestras propias mentiras”.
Ir ganando en objetividad, despertando de nuestras fantasías...todo esto depende de si logramos conscientemente cambiar nosotros. Querer es poder, paso a paso iremos entrando en otro estado de conciencia más real, auténtico.
Sí, de nosotros depende cuanto tiempo nos lleve que la Luz venza dentro y fuera, que vuelva Amanecer.
fragmento de LA BÚSQUEDA DEL FÉNIX
En preparación
No hay comentarios:
Publicar un comentario