Esforcémonos por cultivar un amor universal, que indudablemente tenderá a las buenas acciones, las únicas herramientas con las que podemos pintar nuestros perfectos retratos al morir.
KARMA, TANHA y SKANDHAS son la trinidad todopoderosa en uno, y la causa de nuestro renacimiento. La ilustración de pintar nuestra propia semejanza presente en la muerte, y esa semejanza que se convierte en la personalidad futura es muy poética y gráfica, pero la reclamamos como una enseñanza oculta. En el momento solemne de la muerte, ningún hombre puede dejar de verse a sí mismo bajo sus verdaderos colores, y ningún engaño a sí mismo le sirve para nada más. Desde allí sucede lo siguiente. Como en el instante de ahogamiento, el hombre ve pasar todo el tiempo de su mente, con todos sus eventos, efectos y causas, hasta el más mínimo detalle, de modo que en el momento de la muerte se ve a sí mismo en toda su desnudez moral, sin adornos, ya sea por adulación humana o auto adulación, y, tal como es; por lo tanto, como él, o mejor dicho, como su doble astral combinado con su principio Kama será. Ya que los vicios, los defectos y especialmente las pasiones de la vida precedente se convierten, a través de ciertas leyes de afinidad y transferencia, en los gérmenes de las potencialidades futuras en el alma animal (Kama rupa), y por lo tanto de su dependiente, el doble astral (linga sarira) –en un nacimiento posterior. Es la personalidad sola la que cambia; el verdadero principio reencarnante, el EGO, permanece siempre igual; y es su KARMA el que guía las idiosincrasias y los rasgos morales prominentes de la vieja «personalidad» que era (y que el EGO no sabía cómo controlar), para volver a aparecer en el nuevo hombre que será. Estos rasgos y pasiones persiguen y se adhieren en los todavía plásticos principios tercero y cuarto del niño, y–a menos que el EGO batalle y venza–se desarrollarán con una intensidad diez veces mayor y llevarán al hombre adulto a su destrucción. Porque son ellos quienes son las herramientas y las armas de la LEY DE RETRIBUCIÓN kármica. Por lo tanto, el Príncipe dice muy sinceramente que nuestras acciones buenas y malas «son las únicas herramientas con las que pintamos nuestras semejanzas al morir», porque el nuevo hombre es invariablemente el hijo y la progenie del viejo hombre que fue.
«Las acciones nocivas se duplican acompañadas de una mala palabra», ni tampoco puede evitarse o suprimirse un mal general, haciendo el mal uno mismo. escogiendo un chivo expiatorio para la remisión de todos los pecados de la humanidad. De aquí que, nosotros acusemos a esas comunidades, pero no a sus unidades; señalamos la podredumbre de nuestra jactanciosa civilización, indicando cómo conducen a ella sus perniciosos sistemas de educación, mostrando los fatales efectos de estos sobre las masas
Un verdadero teósofo debe ser un cosmopolita de corazón. Debe abrazar a la humanidad, a toda la humanidad, en sus sentimientos filantrópicos. Es más elevado, y con mucho, más noble, el ser uno de aquellos que aman a sus semejantes, sin distinción de raza, credo, casta o color, que ser meramente un buen patriota, o aún menos un partisano. El medir con una medida a todos, es más santo y más divino que, ayudar a su país en sus ambiciones privadas de agrandamiento, lucha o guerras sangrientas en nombre de la CODICIA y el EGOISMO. Se nos dice que «la censura severa es un deber para con la verdad». Y esto es así; a condición, sin embargo, de que uno censure y luche en contra de la raíz del mal y no gaste su furia tratando de derribar las flores irresponsables de su planta. El horticultor prudente desenraizará las yerbas parásitas, y apenas perderá su tiempo usando las tijeras de su jardín para cortar las puntas de las yerbas venenosas. Si un teósofo, fuese por casualidad funcionario público, juez o magistrado, abogado o incluso predicador, entonces sería desde luego el deber para con su país, su conciencia y con aquellos que han confiado en él, «el denunciar severamente» todo caso de «traición, falsedad y bribonería» aún en la vida privada; pero –nota bene– solo si se le pide o se le llama a ejercer su autoridad legal, y, no de otra manera. Esto no sería ni «hablar mal» ni «condenar«, sino trabajar verdaderamente por la humanidad; tratando de preservar a la sociedad de la cual es parte, para que no sea engañada y protegiendo la propiedad de los ciudadanos confiada a su cuidado como funcionario público, para que no le sea arrebatada temerariamente. Pero incluso entonces el teósofo podrá hacer valer sus derechos como magistrado. mostrando su misericordia al repetir como el severo juez de Shakespeare: «Demuestro mucho más cuando muestro justicia».
Este hábito de hablar de manera no caritativa de nuestros semejantes y hermanos a toda oportunidad; es un cáncer moral que ha corroído tan profundamente el corazón de todas las clases de la Sociedad desde la más baja hasta la más alta, ¡que ha conducido a sus mejores miembros a sentir poca confianza en sus propias lenguas! Por la mera fuerza de hábito, no se atreven a confiar en ellos mismos, que se abstendrán de criticar a otros. Este es un «signo de los tiempos» totalmente siniestro.
En verdad, la mayoría de nosotros, de cualquier nacionalidad, hemos nacido y hemos sido criados en una densa atmósfera de chismes, críticas no caritativas y censura al por mayor. Nuestra educación en esta dirección comienza en la casa de cuna. donde la enfermera en jefe odia a la aya. esta última odia a la institutriz y a las demás enfermeras y sin importar la presencia de los «bebés», y de los niños, refunfuñan incesantemente en contra de los jefes, criticándose entre sí, y haciendo observaciones descaradas de cada visitante. El mismo entretenimiento nos sigue en el salón de clases, ya sea en casa o en la escuela pública. Alcanza la cima del desarrollo ético durante los años de nuestra educación e instrucción religiosa práctica. Somos embebidos hasta los tuétanos con la convicción de que, aunque hayamos «nacido en pecado y total depravación», nuestra religión es la única que puede salvamos de la condenación eterna, mientras que el resto de la humanidad está predestinado desde las profundidades de la eternidad al inextinguible fuego del infierno. Se nos enseña que el calumniar al Dios de todo otro pueblo y religión es un signo de reverencia para con nuestros propios ídolos y es una acción meritoria.
Aquel que insulta o se burla de sus amigos ausentes,
O que no los defiende al oír que los difaman:
Anda contando chismes y causa el descrédito de sus amigos.
Ten cuidado de él, porque de seguro ese hombre es un BRIBON
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