sábado, 16 de marzo de 2019

Valores eternos



Todo está relacionado con todo en algún grado, ya que formamos parte de una Unidad. Aunque en verdad estamos más en relación con aquellas fuerzas naturales que desarrollamos con la práctica por nuestra forma de ser y actuar.

Inmersos en el Gran océano de la Vida, abrimos nuestro Ser a ciertas corrientes que en él circulan y a otras no, en general porque ignoramos cómo conectarnos o desconectar. 

Nuestra mente cual un trasmisor-receptor capta solamente en su frecuencia normal las ondas afines a ella misma, y sólo alguna vez ocasional o casualmente percibe algo más que le advierte o insinúa que hay otras dimensiones para ella desconocidas y bellísimas. Así colaboramos sin saberlo, repitiendo lo que se propaga por los medios, en mantener y fortalecer un tipo de ondas mentales que atrapan la mente colectiva en un panorama chato, mediocre, a ras del suelo, de supervivencia básica.

Hoy el tema capital es el dinero, el valor supremo que todo lo corrompe e intenta comprar, se lucha por una supervivencia física, confortable. Como si esto fuera prioridad en el hombre. En las plantas hay una natural ecología de dar y recibir, en el animal a través del instinto se busca la presa, el alimento para sobrevivir. Pero lo propio del hombre tendría que ser, como diría Aristóteles, no la vida vegetativa ni la vida instintiva, sino la vida del alma, de la virtud superior o los valores atemporales guiando la conducta, a través del ejercicio de la prudente razón, de la noble intención que nos empuja al desarrollo de lo mejor del ser humano. Lo propio del hombre tendría que ser en principio el buscar comprender, saber quién es, donde está, qué sentido tiene todo lo que le sucede, esto le posibilitaría una relación más armónica consigo mismo, con los demás y con la Naturaleza. Y es que nos han mentido y engañado tanto. 

Conocer y aplicar el conocimiento para vivir de forma más humana, más sabia y buena para hacer posible la evolución, transformando a mejor todo aquello que con voluntad e inteligencia puede tener una manifestación más perfecta e ideal.  Aprender a vivir consiste en esto, en educir nuestras potencialidades latentes y ponerlas al Servicio del bien común. Trabajar para alcanzar la autorrealización, el equilibrio, la práctica de los valores atemporales que como la gimnasia de un músculo los va desarrollando y fortaleciendo en nosotros, dándoles consistencia, peso y forma hasta llegar a ser parte indisoluble de nuestra identidad. 

Los valores a alcanzar practicándolos son como semillas de cualidades que hay en nuestro interior, que requieren cultivo, cuidado, mantenimiento y limpieza para su desarrollo y florecimiento exterior.  Son los poderes que más nos interesa cultivar, porque hacen posible que el hombre y la mujer evolucionen hacia la Dama y el Caballero, participando así de cualidades como Generosidad, Valor, Amor, prudencia, ecuanimidad, bondad, serenidad, inteligencia, honor, honradez, integridad, discernimiento, fortaleza, armonía, ética... Seres de esta categoría son los que podrán hacer un Mundo nuevo y mejor con su ejemplo, acción y dación.

Por qué no se cultivan estos poderes latentes en el hombre. Por qué no se ocupa la educación de su desarrollo? La respuesta nos la dio Platón hace mucho tiempo, porque estos poderes liberan al hombre de la esclavitud que genera su carencia y que engendra el miedo, la debilidad, el egoísmo, los vicios múltiples, el escapismo, la mentira... Y esa liberación no conviene a los intereses de los "amos de la caverna" en que vivimos.  Porque además no se puede comerciar ni hacer negocio con ellos, y es que como dijo una vieja canción: "ni se compra ni se vende el cariño verdadero". Sí, lo verdaderamente importante como el Amor, el Valor, la Justicia, la Voluntad, la Sabiduría, no se puede comprar en ningún sitio, sólo se pueden conquistar en nosotros con la práctica y ofrecer por generosidad a través del servicio altruista que ayude a la humanidad a salir del cenagal en que se encuentra y evolucionar hacia la Luz, hacia el Bien, la Belleza, la Justicia. Ellos son los eternos arquetipos que impulsan adelante, como el viento empuja las velas de un navío, cuando amamos y recordamos los grandes ejemplos que debemos propagar y honrar. Es con ese viento mágico que podremos avanzar a la realización del Ser humano plenamente. Conociendo entonces la Libertad real y la felicidad fuera de la caverna psicológica esclavizante en que la humanidad aún  se encuentra.



D.V.- 27/3/1996- Gijón
fragmento de En el Corazón de la Vida

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