Hay una gran idea, una gran Enseñanza, en la filosofía esotérica que dice que en la
Naturaleza todo progresa: un átomo, una flor, un árbol, un animal, un hombre, una vida
planetaria (la Vida que está animando al planeta), una vida solar (la gran Vida que es la
luz y la vida de este sistema solar), y otra Vida mayor que está animando a los siete
sistemas solares. Y esta Vida mayor aspira al Uno mayor, quien es un pequeño
discípulo del Uno mayor, y así sucesivamente…
La belleza de la filosofía esotérica es que nada se detiene donde está; se desarrolla,
expande e irradia hacia el Infinito: hacia el ESPACIO.
Cuando decimos ESPACIO, entendemos la Gran Vida, la gran Entidad, “de quien todas
las cosas proceden, a quien todas las cosas retornan”.
Este progreso es el sendero de la evolución, el sendero de la espiritualización, el
sendero hacia la libertad mayor, hacia la expansión y el florecimiento mayores.
Pero
esta evolución y este progreso en el Sendero se divide en dos líneas:
1. El progreso inconsciente, que es el progreso de la cubierta externa.
2. El progreso consciente, que es la expansión de la consciencia y el uso de la forma
para el gran futuro.
En realidad, el Sendero es un progreso continuo hacia el futuro. Cuando decimos futuro,
no entendemos mañana o diez años después. Con la palabra futuro entendemos el logro
más alto posible de un ser humano. La flor es el futuro de la semilla. El bello roble es el
futuro de la bellota. La contemplación del futuro destruye la mayoría de las cadenas de
nuestros pies, y nos libera hacia la victoria sobre los obstáculos de los tres mundos.
Abre las puertas de la energía, de la alegría y la irradiación. La contemplación sobre el
futuro construye puentes hacia nuestros Hermanos Mayores, hacia centros mayores del
sistema solar y del Cosmos. El futuro es el Imán Infinito, la posibilidad.
De manera que el Sendero es un firme progreso hacia el futuro porque dondequiera
usted llegue, tiene millones de años delante de usted. No hay fin. Y si usted se detiene
en cualquier parte y dice “Lo logré, lo sé, soy”, en ese preciso momento usted empieza
a convertirse en una “columna de sal”. Empieza a morir, a cristalizarse. Su luz se
convierte en oscuridad, e invierte su dirección de evolución en involución. El Sendero
significa firme empeño hacia la expansión de la consciencia, del conocimiento, del
servicio, y del amor.
En La Doctrina Secreta hay una expresión sobrecogedora. Dice: “Hasta un átomo se
empeña en convertirse en un hombre”. El átomo de hoy, billones y billones de años
después, se iniciará en el reino vegetal, luego en el reino animal, luego en el reino humano, luego en el reino divino, y luego… quién sabe dónde llegará. Esta es la alegría
de la vida que progresa.
El Sendero, para el estudiante esotérico, se divide en siete secciones. Estas siete
secciones están sólo dentro del límite de nuestro planeta. Más allá del planeta hay otros
Senderos, y más allá del sistema solar están los Senderos Cósmicos.
En la filosofía esotérica se nos dice que hay un gran Sonido, que desde su fuente
cósmica llama de vuelta a los peregrinos en el Sendero. Todo depende de la capacidad
para responder a este llamado. Está siempre allí, pero el hombre no lo oye, envuelto
dentro de sus hechizos, ilusiones y maya, en un estado de sueño espiritual. Es el sonido
del Padre, que llama a Su Hijo para que vuelva a casa.
A través de la evolución inconsciente del dolor y del sufrimiento, el hombre llega a una
etapa en la que un día oye de repente un llamado. No es una palabra, sino una repentina
sacudida, una consciencia súbita, una sensación súbita de un anzuelo en su corazón.
Está atrapado. ¿Por qué? ¿Por quién? No lo sabe. Este es el comienzo en el Sendero, y
esta experiencia convierte al hombre en un probacionista en el Sendero.
Antes era un hombre que bebía, fumaba, derrochaba sus energías y vivía una vida
egocéntrica. De repente se sienta allí y empieza a pensar: “¿Qué estoy haciendo?
¿Dónde voy?” Entonces, su nueva disposición anímica le sorprende, ríese de sí mismo y
olvida todo sobre eso, continuando su vida como era antes.
Pero este llamado hace impacto en él una y otra vez en condiciones difíciles, en
diferentes ocasiones, y asume nueva importancia. Lo escucha un poco más, y advierte
lentamente que está cambiando el gusto de su vida. Hay dentro de él un desacuerdo
creciente; se divide en dos polos entre los cuales muestran sus cabezas algunas nubes de
futuros renunciamientos, dolores y tormentas.
Trata de cambiar su vida para concordar con la nueva tendencia. Trata de rezar, de ser
simpático, de ser útil; trata de no mentir, de no odiar. Pero muy pronto se encuentra
sumergido en sus hábitos anteriores.
Esto sigue una vida tras otra, y es testigo de que es desgarrado entre estos dos polos, y
que es imperativa una decisión para crear dentro de sí la paz.
Aquí, el llamado le golpea un poco más reciamente, y se inicia un pequeño fuego en su
corazón. Siente que en alguna parte hay algo que debe hallar: una belleza, un amor, un
servicio, hacia los cuales puede aspirar. Entonces se convierte en un aspirante en el
Sendero.
Siente el llamado, y va de un lugar a otro, de una disertación a otra, de un libro a otro,
de un maestro a otro para encontrar el objeto de su aspiración.
Muchas, muchas veces ve el objeto, pero cuando extiende su mano para tocarlo,
desaparece, dejando detrás un retazo de nubes que en breve tiempo se desvanece,
dejándole con un sentimiento de gran soledad.
Busca de nuevo. Rinde culto a la belleza en cualquier forma porque siente el objeto del
anhelo de su corazón dentro de cada belleza. Se convierte en un devoto de las grandes
Imágenes; de los Santos; se vuelve un hombre de oración, se vuelve un místico, y se
acerca a la gente y con su corazón se comunica con ella. Trata de responder al llamado
interior a través de su amor, su dedicación, su pureza, su servicio y su desinterés.
Y este Sendero continúa una vida tras otra, a través de hondas alegrías y grandes
dolores y sufrimientos, pero él nunca cesa de oír el llamado. Un día en que el fuego
dentro de su corazón empieza a arder con más fuerza, él da una respuesta mayor al
llamado y se convierte en un discípulo aceptante.
Debido a sus experiencias pasadas, él acepta lo siguiente:
1. Las Enseñanzas de los grandes Maestros.
2. La unidad de la vida.
3. El hecho de la reencarnación.
4. La Ley de Karma, o de Causa y Efecto.
5. La existencia de la Jerarquía y del Cristo.
Primero, acepta la Enseñanza de los grandes, y ve que todos ellos enseñan acerca del
Sendero de la perfección. También siente que todos provienen de la misma fuente para
conducir a la gente de la oscuridad a la luz. En este punto, una gran tolerancia asoma en
su corazón rumbo a la sabiduría de las edades, sin importar en qué forma se halla o de
qué modos se expresa.
Segundo, acepta el hecho de la unidad de la vida. Aunque siente que no conoce mucho
acerca de esta unidad, él incluso la cuenta como un hecho y empieza a vivir en
consecuencia. Aquí empieza a pensar en términos de una sola vida, a actuar en términos
de una sola vida, y esto le convierte en un gran amante de las formas vivas de cualquier
reino. Siente la existencia de la Ley de Síntesis y trata de penetrar en sus misterios.
Tercero, acepta el hecho de la reencarnación. Esta es una de las Enseñanzas de los
grandes Maestros. Pero averigua que esta ley de la Reencarnación es una ley muy
complicada, y decide aprender sobre ella desde las Fuentes verdaderas. Bastante
curiosamente el Maestro Tibetano dice que es el Cristo quien enseñará sobre la
Reencarnación cuando Él reaparezca. Pero el discípulo sabe que este mundo es una
escuela y que los días son como las vidas y vuelve a la escuela una vida tras otra para
aprender sus lecciones –y para graduarse en la “rueda del renacimiento”.
Cuarto, acepta la Ley de Causa y Efecto, la Ley de Acción y Reacción, la Ley de
Sembrar y Cosechar. Después que acepta esta Ley, él vive de modo que sus acciones, emociones y pensamientos se convierten en las semillas de la alegría, del progreso, de
la belleza, en vez de aportar pesadas deudas en sus cuentas. Trata de vivir una vida
adecuada a la meta, una vida creadora y constructiva, una vida de servicio. Esto le
mantiene bajo disciplina, y su vida se organiza lentamente.
Quinto, acepta la existencia de la Jerarquía, del Cristo y Sus discípulos, o del grupo de
los seres humanos perfeccionados, de los Maestros. Acepta que Ellos, como él mismo,
vivieron una larga vida de autoejercitación, de disciplina, de sacrificio, dominaron Sus
mundos físicos, emocional y mental, y se convirtieron en almas libres que
conscientemente toman contacto con la Finalidad de la gran vida del planeta, formulan
el Plan para la humanidad, y con gran amor y compasión conducen a la humanidad de
lo irreal a lo real. Para él, Ellos no son como manzanas maduras que caen del cielo, sino
que son Hijos de los Hombres que sufrieron a través de muchísimas vidas, que llevaron
grandes cargas sobre Sus hombros en nombre de Sus semejantes, y eventualmente se
volvieron perfectos en Su amor y en Su compasión. El acepta que Ellos vigilan los
pasos de cada peregrino y están prestos para extender Su mano con amorosa
comprensión dondequiera haya sinceridad de motivo y espíritu de sacrificio.
Él siente, y entonces, con su razón, averigua que en esta etapa del Sendero de
perfección el hombre no está aún en pleno florecimiento, sino que está en camino de
gradual desarrollo. En el hombre hay tesoros mayores no revelados o publicados
todavía. Y si esto es así, entonces el hombre deberá hallarse en varios grados de
desarrollo. Si hay un Einstein y un aborigen, en el Sendero infinito de la perfección esto
también ha de ser cierto respecto de los grandes, frente a los cuales Einstein es como
una criatura.
El discípulo aceptante no tiene comunicación directa con los Maestros, pero siente Su
guiadora luz y Su poderoso amor hacia la humanidad.
El discípulo aceptante acepta todo esto con gran fe y sentimiento intuitivo, y
eventualmente decide entregar su vida por todas esas cosas en las que cree.
Después de tomada esta decisión con completa sinceridad del corazón, él se convierte
en discípulo comprometido. A fin de prestar apropiadamente su compromiso, él
pone sus tres vehículos bajo disciplina y economía severas. Ahorra toda su energía,
tiempo, dinero y talento para dedicarlos al servicio de la humanidad bajo la impresión
de su visión suprema.
Trata de limpiar toda negatividad en sus cuerpos emocional y mental, y trata de
desarrollar los poderes de su alma. Domina sus vehículos mediante el control de los
funcionamientos mecánicos de estos cuerpos, y se convierte en una persona
autorealizada"
El discípulo comprometido siente que está en presencia de una gran luz, y todas sus
acciones en los tres niveles pasan a estar bajo la influencia de esta luz y se purifican para ajustarse a la meta del servicio. Él no es dueño de nada para sí; el duelo de él es el
gran servicio. Cuando tal vida continúa bastante tiempo, una encarnación tras otra, y si
él persiste rumbo a su meta a pesar de las condiciones, a pesar de muchos
impedimentos, obstáculos y ataques, los ojos vigilantes deciden dar otro llamado y
aceptarle como colaborador.
Entonces él se convierte en un chela, en un discípulo aceptado. Puede encontrarse con un Grande, y comunicarse conscientemente con la Humanidad y la Jerarquía a través de su Maestro. Empieza a visitar los Ashrams de su Rayo en niveles mentales superiores o sobre los intuitivos. Allí aprende acerca del Plan y su papel en éste y se vuelve impresionado por el Plan y su papel en éste.
En esta etapa descienden mayores responsabilidades sobre sus hombres, invocando mayor sacrificio, mayor sabiduría y mayor amor. Dedica su vida toda al cumplimiento del Plan que lentamente se vuelve más claro en su mente.
Ahora es un hombre de responsabilidad. Es consciente de la gran unidad. Ve más allá del planeta, y mayores visiones de la vida solar penetran en su corazón. Actúa, se sacrifica y de esa manera comprueba que los Grandes pueden confiar en él.
Así los grandes ojos le observan una vida tras otra, y cuando ELLOS ven que el cáliz del discípulo está en formación, y que el fuego del cáliz tiene la pureza y fuerza necesarias, ELLOS le inician en los misterios mayores del Plan. Y él está en presencia de esa gran vida que se llama “el Anciano de los Días”.
Después de esa iniciación, aumenta su servicio a la raza y se vuelve más frecuente su contacto con la Jerarquía. Ahora es un manipulador de las energías divinas. Deja grandes impresiones de luz, amor y poder dondequiera encarna, y se convierte en un sendero por el cual los hombres se realizan. Expresa una gran belleza en todos sus contactos, un gran poder y sabiduría en todas sus relaciones. Forma naturalmente su propio grupo, debido a la autoridad que le da su propia realización y pureza de motivo. Es en tal grupo que su equipo deberá atravesar una prueba intensa para el Servicio Jerárquico.
Tal discípulo nunca interfiere el trabajo y la técnica de otros discípulos que trabajan, porque en el Ashram aprende que no tiene derecho a hacerse cargo de las responsabilidades de otro discípulo. Si un “discípulo” trata de hacerse cargo de otro discípulo o de dictarle cómo ha de trabajar, pone de manifiesto que aún no entró en el santuario del Ashram y no está listo todavía para el Servicio Jerárquico.
Y si él continúa tal vida da responsabilidad, pureza y sacrificio, a través de obstáculos mayores, y situaciones más desafiantes, el Ojo vigilante decide invitarle a una labor mayor. El progresa en el Sendero y se convierte en un “discípulo en el Hilo”, luego en un “discípulo en el Aura del Maestro”, y eventualmente, en un “discípulo en el Corazón del Maestro”. Así alcanza la madurez, entra en el Sendero del Magisterio y eventualmente se convierte en un Maestro de la Sabiduría. Ahora es un hombre perfeccionado, en lo que concierne a nuestro planeta, un hombre que ha vencido todos los impulsos involutivos de sus vehículos y un hombre que ha vencido todas las limitaciones del tiempo y la distancia, de la materia y la fuerza.
Sobre el Sendero él estudia tres “libros”: el Libro de la Forma, el Libro de la Sabiduría y eventualmente abre la primera página del Libro de la Vida… dirigiéndose rumbo al Cosmos.
Se nos dice que todos estos logros se efectúan a través de la meditación y de una vida de servicio, en niveles gradualmente superiores y en áreas más amplias. La meditación y el servicio son el brillo solar y el agua de la semilla de la divinidad.
Este es el Sendero que todos aquellos que oyeron el llamado seguirán, pero después que nos convertimos en un Maestro ¿qué más queda por realizar? Bien, ahora estamos en la orilla de un océano infinito como un infante que confronta un gran Libro de la Vida.
De modo que el Sendero se extiende y extiende, abriendo cada paso un desafío mayor a nuestros llameantes corazones. Con cada expansión llegamos más cerca de nuestro Yo Real; nos volvemos más nosotros mismos, y eventualmente la visión del Gran Yo asoma en nuestro corazón.
Este es el Sendero del discipulado de la Nueva Era; es un Sendero en el que ninguno de nosotros deberá detenerse dondequiera esté, sino avanzar más rumbo a una realización mayor.
El Maestro Tibetano dio una vez una maravillosa sugerencia a uno de sus discípulos, diciendo: “Hermano mío, que tu horizonte sea amplio y tu humildad grande.”
Esta parece una expresión contradictoria –expansión y humildad–, pero es tan cierta, porque a medida que nuestra consciencia y nuestro conocimiento se expanden comprendemos súbitamente que el campo de la gran incógnita también se expande. He aquí cómo la humildad desciende sobre nuestros corazones.
En la Nueva Era, que es la era de la expansión consciente, el llamado va más allá y más profundamente, y quienes lo oyen se inician en el ejército del Príncipe de la Paz del Cristo, para convertir a este planeta en un sendero sagrado hacia la evolución cósmica, hacia el Futuro cósmico.
Entonces él se convierte en un chela, en un discípulo aceptado. Puede encontrarse con un Grande, y comunicarse conscientemente con la Humanidad y la Jerarquía a través de su Maestro. Empieza a visitar los Ashrams de su Rayo en niveles mentales superiores o sobre los intuitivos. Allí aprende acerca del Plan y su papel en éste y se vuelve impresionado por el Plan y su papel en éste.
En esta etapa descienden mayores responsabilidades sobre sus hombres, invocando mayor sacrificio, mayor sabiduría y mayor amor. Dedica su vida toda al cumplimiento del Plan que lentamente se vuelve más claro en su mente.
Ahora es un hombre de responsabilidad. Es consciente de la gran unidad. Ve más allá del planeta, y mayores visiones de la vida solar penetran en su corazón. Actúa, se sacrifica y de esa manera comprueba que los Grandes pueden confiar en él.
Así los grandes ojos le observan una vida tras otra, y cuando ELLOS ven que el cáliz del discípulo está en formación, y que el fuego del cáliz tiene la pureza y fuerza necesarias, ELLOS le inician en los misterios mayores del Plan. Y él está en presencia de esa gran vida que se llama “el Anciano de los Días”.
Después de esa iniciación, aumenta su servicio a la raza y se vuelve más frecuente su contacto con la Jerarquía. Ahora es un manipulador de las energías divinas. Deja grandes impresiones de luz, amor y poder dondequiera encarna, y se convierte en un sendero por el cual los hombres se realizan. Expresa una gran belleza en todos sus contactos, un gran poder y sabiduría en todas sus relaciones. Forma naturalmente su propio grupo, debido a la autoridad que le da su propia realización y pureza de motivo. Es en tal grupo que su equipo deberá atravesar una prueba intensa para el Servicio Jerárquico.
Tal discípulo nunca interfiere el trabajo y la técnica de otros discípulos que trabajan, porque en el Ashram aprende que no tiene derecho a hacerse cargo de las responsabilidades de otro discípulo. Si un “discípulo” trata de hacerse cargo de otro discípulo o de dictarle cómo ha de trabajar, pone de manifiesto que aún no entró en el santuario del Ashram y no está listo todavía para el Servicio Jerárquico.
Y si él continúa tal vida da responsabilidad, pureza y sacrificio, a través de obstáculos mayores, y situaciones más desafiantes, el Ojo vigilante decide invitarle a una labor mayor. El progresa en el Sendero y se convierte en un “discípulo en el Hilo”, luego en un “discípulo en el Aura del Maestro”, y eventualmente, en un “discípulo en el Corazón del Maestro”. Así alcanza la madurez, entra en el Sendero del Magisterio y eventualmente se convierte en un Maestro de la Sabiduría. Ahora es un hombre perfeccionado, en lo que concierne a nuestro planeta, un hombre que ha vencido todos los impulsos involutivos de sus vehículos y un hombre que ha vencido todas las limitaciones del tiempo y la distancia, de la materia y la fuerza.
Sobre el Sendero él estudia tres “libros”: el Libro de la Forma, el Libro de la Sabiduría y eventualmente abre la primera página del Libro de la Vida… dirigiéndose rumbo al Cosmos.
Se nos dice que todos estos logros se efectúan a través de la meditación y de una vida de servicio, en niveles gradualmente superiores y en áreas más amplias. La meditación y el servicio son el brillo solar y el agua de la semilla de la divinidad.
Este es el Sendero que todos aquellos que oyeron el llamado seguirán, pero después que nos convertimos en un Maestro ¿qué más queda por realizar? Bien, ahora estamos en la orilla de un océano infinito como un infante que confronta un gran Libro de la Vida.
De modo que el Sendero se extiende y extiende, abriendo cada paso un desafío mayor a nuestros llameantes corazones. Con cada expansión llegamos más cerca de nuestro Yo Real; nos volvemos más nosotros mismos, y eventualmente la visión del Gran Yo asoma en nuestro corazón.
Este es el Sendero del discipulado de la Nueva Era; es un Sendero en el que ninguno de nosotros deberá detenerse dondequiera esté, sino avanzar más rumbo a una realización mayor.
El Maestro Tibetano dio una vez una maravillosa sugerencia a uno de sus discípulos, diciendo: “Hermano mío, que tu horizonte sea amplio y tu humildad grande.”
Esta parece una expresión contradictoria –expansión y humildad–, pero es tan cierta, porque a medida que nuestra consciencia y nuestro conocimiento se expanden comprendemos súbitamente que el campo de la gran incógnita también se expande. He aquí cómo la humildad desciende sobre nuestros corazones.
En la Nueva Era, que es la era de la expansión consciente, el llamado va más allá y más profundamente, y quienes lo oyen se inician en el ejército del Príncipe de la Paz del Cristo, para convertir a este planeta en un sendero sagrado hacia la evolución cósmica, hacia el Futuro cósmico.
Torkom Saraydarian
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