miércoles, 29 de julio de 2020

El trabajo espiritual





Un discípulo es un miembro vivo y consciente en el cuerpo de la humanidad. No sólo está afectado por el estado de la humanidad, sino que afecta a la humanidad a través de sus pensamientos y actividades. En el mundo, todo estado es resultado de una combinación de ciertas energías. Todo estado proyecta o suscita ciertas fuerzas o energías. 

El discípulo es muy sensible a la configuración de fuerzas y energías que juegan sobre él a cada momento. Un gran Sabio dice que hasta un retazo de nubes pesa sobre los hombros de un discípulo.  

En realidad, todos los problemas de los discípulos e iniciados se relacionan con el método de manejar energías y fuerzas, y con la aptitud para recibirlas, asimilarlas, usarlas o rechazarlas. 

Las energías espirituales son las que crean dentro de nuestro ser un profundo impulso hacia el progreso, hacia un desarrollo, un desenvolvimiento y un mejoramiento interminables; un impulso para hacernos aptos para la gran labor de manifestar el Plan Divino y cooperar con el Propósito divino. El trabajo espiritual es un desenvolvimiento eternamente progresivo, sincronizado con el Plan y el Propósito divinos. Esta es una declaración importantísima. 

A medida que progresamos y evolucionamos, un día tras otro, un año tras otro, una vida tras otra, nos sincronizamos con la gran labor de elaborar el Plan divino, bajo la inspiración de la Finalidad divina. 

La gente tiene varias opiniones acerca de qué es el triunfo, qué es el servicio. Creemos que el triunfo es un paso hacia nuestra propia Esencia. El servicio es un paso adelante en la labor de cooperación con el Plan divino. La espiritualidad es, pues, evolución, desarrollo y creatividad bajo la luz y con la dirección del Plan y el Propósito divinos. 

Siempre que no armonizamos consciente o instintivamente con el Plan divino, todo lo hecho deberá deshacerse a su tiempo; todo lo que computamos como triunfo se revelará como fracaso. Esto es verdad respecto de cualquier trabajo emprendido. Todo lo que no se construya según ese plan se eliminará con un costo extra, o se lo conservará como origen de problemas futuros, con pérdida adicional de tiempo, energía y materiales. 

El progreso espiritual es una sensibilidad creciente a las corrientes energéticas y fuerzas del universo. Cuando nos volvemos más espíritu y menos materia, aumenta la sensibilidad. Se registra una mayor cantidad de energías y se desarrolla lentamente la aptitud para reconocer los orígenes y las cualidades de estas energías, y para usarlas en labor creativa. 

Todos los estados del mundo son resultados del contacto con estas energías. Los estados mejoran si se toma contacto con estas energías a través de nuestra vida en constante progreso, de nuestros centros superiores, de la belleza, la bondad y la verdad. Los estados se tornan degenerativos cuando responden a estas energías a través de nuestros intereses egoístas, hechizos, ilusiones, codicia, odio y temor. Ambos estados descargan o irradian energía. Uno irradia música, el otro ruido estrepitoso. 

A medida que crece nuestra sensibilidad, somos más vulnerables a peligros mayores, especialmente si perdemos el control de nuestro mecanismo. Cuando nuestro control sobre nuestro mecanismo es débil y la corriente de energía es grande, hacemos cosas que jamás haríamos en condiciones normales. 

Tenemos cuerpo físico y energía física. Tenemos cuerpo emocional y energía emocional. Tenemos cuerpo mental y energía mental. Tenemos también energías más sutiles. Todas esas energías pueden usarse en cooperación con el Plan. 

Cuando tenemos una meta, tenemos un plan. Una meta es el resultado de la realización del Plan. Es interesantísimo advertir que una meta no es una intención. Nadie tiene una meta real si no está en contacto subjetivamente con su Guía interior o con el Plan divino. Una meta no puede existir si no está en armonía con el Plan, con el bien supremo de la vida en conjunto. 

Las intenciones pueden ser interesadas o desinteresadas, destructivas o constructivas, pero las metas están siempre de acuerdo con el Plan. 

Una vida adecuada a la meta es una vida con funciones para cumplir la meta. Y una vez que tenemos una meta, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro espacio y nuestro talento se usan conscientemente para realizar nuestra meta. Cuando una persona no tiene meta, derrocha energía, tiempo, materia, espacio, y sus facultades innatas no pueden avanzar por el sendero de su evolución. 

Una meta es un foco de energías. Una meta es un punto dinámico de acción. Es una fuente de inspiración, y también un punto de sensibilidad que registra las energías liberadas desde fuentes superiores. Al ser una meta una porción del Plan, se relaciona con el centro del corazón. El corazón atrapa la meta; la mente sirve a la meta. Y en la época del incremento de energías, es el corazón el que atrae a las energías más benévolas con fines creativos. 


El centro del corazón tiene una gran cualidad magnética. Este magnetismo es el que atrae energías armónicas, visiones e inspiraciones proyectadas desde fuentes superiores y las usa en su labor creadora. Atrae aquellas formas, prototipos o esquemas subjetivos que están en formación dentro de los reinos superiores. Estas formas subjetivas, estos prototipos y esquemas son absorbidos por el centro del corazón, se reflejan en el centro del corazón en la cabeza; y así empieza un proceso creador. 


fotografías de carlosandrescruz.com


Torkom Saraydarian
Otros mundos

No hay comentarios:

Publicar un comentario