Ahora, el torrente que fue suprimido por largo tiempo, se ha bifurcado en dos corrientes: el Ocultismo oriental y la Cábala hebraica; las tradiciones de la Religión-Sabiduría de las razas anteriores al Adán de la “Caída” y el sistema de los antiguos levitas de Israel quienes, de forma muy ingeniosa, velaron una porción de esa religión de los panteístas bajo la máscara del monoteísmo.
Desdichadamente, muchos son los llamados y pocos los escogidos. Los dos sistemas amenazan al mundo de los místicos con un conflicto rápido que, en lugar de incrementar la diseminación de la Verdad Universal Una, impedirá y debilitará, necesariamente, su adelanto. Sin embargo, una vez más, la pregunta no es: ¿cuál, de los dos sistemas, es el verdadero? Ya que ambos se basan en las verdades eternas del conocimiento prehistórico y en el estado presente de transición mental por el cual la humanidad está pasando, ambos pueden presentar sólo una cierta porción de dichas verdades. Es simplemente una cuestión: “¿Cuál, de los dos sistemas, contiene los hechos más prístinos? Y, lo que es imperativo: ¿cuál, de los dos, presenta sus enseñanzas en la forma más Católica (es decir asectaria) e imparcial? El sistema oriental ha velado, por eras, su profundo unitarismo panteísta con la exuberancia de un politeísmo exotérico, mientras la Cábala, como ya dijimos, con una película de monoteísmo exotérico. Ambas son máscaras para ocultar la verdad sagrada a los ojos del profano; ya que los filósofos arios y semíticos jamás aceptaron, como proposición filosófica, el antropomorfismo de una pluralidad de Dioses, ni la personalidad de un Dios. Sin embargo: los límites que nos circunscriben no nos permiten considerar, minuciosamente, la cuestión y debemos contentarnos con una tarea más simple. Los ritos y las ceremonias de la ley hebraica parecen ser un abismo que largas generaciones de padres cristianos y, especialmente los reformadores protestantes, han tratado vanamente de llenar con sus interpretaciones descabelladas. Sin embargo, todos los primeros cristianos, Pablo y los Gnósticos, consideraban y proclamaban que la ley hebraica era esencialmente distinta de la nueva ley cristiana. San Pablo llamó a la ley hebraica una alegoría. Y San Esteban, una hora antes de ser lapidado, dijo a los judíos que no cumplieron con la ley que recibieron de los ángeles (los eones) y, en lo referente al Espíritu Santo (el Logos impersonal o Christos, según se enseña durante la Iniciación), ellos se resistieron y lo rechazaron, así como lo hicieron sus padres. (Actos VII.) Esto les decía, virtualmente, que su ley era inferior a la más reciente. No obstante que los Libros Mosaicos no pueden datar dos o tres siglos antes del Cristianismo y, según se piensa, están contenidos en el Viejo Testamento, los protestantes los han convertido en un Canon Sagrado, equiparándolos y, a veces, considerándolos más elevados que los Evangelios. Pero cuando el Pentateuco fue escrito o mejor dicho, reescrito después de Ezdras o después de que los Rabinos habían establecido un nuevo punto de partida, se agregaron varias añadiduras que se entresacaron, enteramente, de las doctrinas persas y babilónicas. Esto se llevó a cabo en un período posterior a la colonización de la Judea, bajo la autoridad de los reyes persas. Obviamente: la nueva corrección se hizo de forma análoga a la implementada en el caso de tales Escrituras, redactadas, originalmente, en clave secreta o en un código conocido sólo por los Iniciados. Entonces, los escritores del Pentateuco, revisaron y corrigieron los contenidos de estas verdades expresadas en un lenguaje simbólico, como ilustran los Puranas exotéricos indos e interesándose sólo en la gloria terrenal y nacional, adaptaron los presuntos eventos de los Abrahames, los Jacobes, los Salomones y la historia fantástica de su pequeña raza, sólo a símbolos astro-fisiológicos; en lugar de adaptar los contenidos a las verdades espirituales más elevadas, como se enseña en el tercer grado de la Iniciación, el más alto. Así, bajo la máscara del monoteísmo, produjeron una religión de adoración fálica y sexual, que escondía un culto de los Dioses o los eones inferiores. Nadie afirmaría que en la verdadera Ley o en los Libros de Moisés se encuentre algo parecido al dualismo y a la angelolatría persa, que los judíos trajeron consigo del cautiverio. Ya que: ¿cómo es posible, en tal caso, que los saduceos, que acataban la Ley, rechazaran los ángeles, el alma y su inmortalidad? Sin embargo, el Viejo Testamento afirma claramente la existencia de los ángeles; si no de la naturaleza inmortal del alma, como se encuentran en los pergaminos hebraicos modernos.
Sólo a la luz de nuestra explicación Esotérica, se hace comprensible el hecho de las recopilaciones sucesivas y ampliamente distintas de lo que llamamos, aproximadamente, los Libros de Moisés y su adaptación triple al primero (el más bajo), al segundo y al tercero (o el más elevado) grado de la iniciación Sodaliana. Y se aclara ese hecho, aún más sorprendente, de las creencias diametralmente antitéticas de los saduceos y de otras sectas judías, cuando todos aceptan, sin embargo, la misma Revelación. La explicación Esotérica muestra, también, el motivo por el cual, aunque Moisés y los Profetas pertenecían a los Sodalianos (los grandes Misterios), a menudo los Profetas parecen concitar contra las abominaciones de los Sodalianos y su “Sod”. En efecto, si el Antiguo Canon hubiese sido traducido literalmente, según se afirma, en lugar de haber sido adaptado a un monoteísmo, del cual está exento y al espíritu de cada secta, como lo demuestran las diferencias entre el Septuaginto y la Vulgata, las siguientes frases contradictorias se hubieran añadido a los centenares de otras inconsistencias en las “Sagradas Escrituras”. El Salmo XXV, 14, dice: “Sod Ihoh (los misterios de Johoh o Jehová) son para los que le temen”, cuya traducción errónea actual es: “el secreto del Señor está con los que le temen.”
Además: “Al (El) es terrible en el gran Sod del Kadeshim”, cuya versión presente es: “Dios es muy temido en la asamblea de los santos.” (Salmo LXXXIX., 7.) En realidad, el título Kadeshim (Kadosh, singular), quiere decir algo muy distinto de la palabra santos, aunque su explicación general es “sacerdotes”, los “santos” y los “Iniciados”; ya que los Kadeshim eran simplemente los gallos de los misterios (Sod) abominables de los ritos exotéricos. En pocas palabras: eran los Nautches (danzarines) masculinos de los templos, durante cuyas iniciaciones se divulgaba el arcano, Sod, de la evolución fisiológica y sexual. (De Sod, quizá, derive “Sodoma”). Todos estos ritos pertenecían al primer grado de los Misterios que David, el “amigo de Dios”, amándolos mucho, puso bajo su égida y entre los judíos debían remontarse a un pasado muy remoto, aunque los verdaderos Iniciados siempre los execraron. Poreso, en la oración de Jacob moribundo se encuentra que su alma no deberá entrar en el secreto (Sod en el original) de Simeón y Levi (la casta sacerdotal), ni en su asamblea, durante la cual “matan a un hombre”.
(Génesis, XLIX, 5, 6.)4
. Sin embargo, los cabalistas afirman que Moisés es el jefe de los Sodales. Si se rechaza la explicación de La Doctrina Secreta, todo el Pentateuco se convertirá en la quintaesencia de las abominaciones.
Entonces, constatamos que Jehová, el Dios antropomórfico, es omnipresente en la Biblia; mientras AIN SUPH ni siquiera es mencionado. Además, la métrica judía era muy distinta de los métodos numéricos de otras poblaciones. Entre los judíos, el método numérico, en lugar de servir como una añadidura a otros métodos predispuestos para penetrar, como con una clave, en el sentido escondido o implícito contenido en el sentido literal, así como hoy en día lo hacen los brahminos iniciados cuando leen sus libros sagrados, resultó ser, como nos dice el autor de “La Métrica Hebraica”, la Sagrada Escritura misma: “Es eso, en esencia, sobre el cual, del cual y mediante el continuo uso entretejido del cual, el texto de la Biblia resulta ser, como su enunciación, desde la palabra inicial del Génesis, hasta la palabra final del Deuteronomio.”
Lo antedicho es tan cierto que, los autores del Nuevo Testamento, los cuales debieron unir su sistema con el hebraico y el pagano, no tomaron prestados sus símbolos más metafísicos del Pentateuco ni de la Cábala, sino de la Astro simbología aria. Será suficiente daros una ilustración. ¿De dónde procede el sentido dual del Primogénito, el Cordero, el No-Nacido, lo Eterno, todos relacionados con el Logos o Christos? Nosotros decimos que del sánscrito Aja, cuyos sentidos son (a) el Carnero o el Cordero, el primer signo zodiacal que la astronomía llama Mesha; (b) el No-Nacido, un título dado al primer Logos o Brahma, la causa auto-existente del todo, según se describe y se alude en los Upanishads.
El Gematría, el Notaricón y el T‟mura cabalísticos hebraicos son métodos muy ingeniosos que dan la clave del sentido secreto de la simbología judía. Pero es una clave que se aplica a las relaciones de sus imágenes sagradas sólo por el lado físico de la Naturaleza. Sus mitos, nombres y eventos atribuidos a sus personajes bíblicos, se hacían corresponder con las revoluciones astronómicas y la evolución sexual, sin que tuviesen ningún nexo con los estados espirituales humanos. Por eso, en la lectura de su canon sagrado, no se encuentran tales correspondencias. Los verdaderos judíos mosaicos de los sodales, cuyos herederos directos en la línea iniciática eran los saduceos, no tenían ninguna espiritualidad y, aparentemente, no sentían necesidad de ella. El lector, cuyas ideas sobre la Iniciación y el Adeptado están íntimamente entretejidas con los misterios de la vida después de la muerte y la supervivencia del alma, ahora se percatará de la razón de las grandes inconsistencias, sin embargo, naturales, que empiedran casi cada página de la Biblia. Así, en el Libro de Job, un tratado cabalista sobre la Iniciación Egipcio-Arabe, cuyo simbolismo esconde los misterios espirituales más elevados, encontramos este verso significativo y puramente materialista: “El hombre nacido de la mujer, es […] como una flor y es cortado, escapa como una sombra y no continúa.” (XIV. I, 2). En este caso, Job está hablando de la personalidad y tiene razón; ya que ningún Iniciado diría que la personalidad sobrevive, por largo tiempo a la muerte del cuerpo físico.
Sólo el espíritu es inmortal. Sin embargo, esta frase en Job, el documento más antiguo en la Biblia, tiene una versión aún más brutalmente materialista en Eclesiastés III, 19, etc., uno de los últimos documentos.
El escritor, que habla en nombre de Salomón, dice: “lo que sucede a los hijos de los hombres, acontece a las bestias, como uno muere, así el otro fallece; entonces, un hombre no tiene preeminencia sobre el animal.” Esta frase refleja las ideas de los Haeckels modernos y expresa sólo lo que el escritor pensaba.
Por lo tanto: conocer los métodos cabalísticos no facilitará su descubrimiento en el Antiguo Testamento, porque jamás los contuvo; ya que El Libro de la Ley fue reescrito, (más bien que encontrado), por Hilkiah. Al mismo tiempo, los sistemas cabalísticos medievales no pueden auxiliar mucho a la interpretación de los símbolos egipcios. En realidad, sólo la ceguera de una ilusión piadosa puede llevar a descubrir alguna correspondencia o sentido espiritual o metafísico en la simbología puramente astro-fisiológica hebraica. En cambio, los llamados sistemas religiosos paganos antiguos, se elaboraron sobre especulaciones espirituales abstractas, cuyas formas externas burdas, quizá sean el velo más seguro para ocultar su sentido interno.
Valiéndose de la autoridad de los cabalistas más doctos actuales, es demostrable que el Zohar y casi todas las obras cabalísticas, han pasado por manos cristianas. Por lo tanto, ya no se pueden considerar universales; ya que se han convertido simplemente en sectarias. Lo antedicho lo prueba muy bien la tesis de Pico de la Mirandola, cuando dice que: “ninguna ciencia ofrece una prueba más grande de la divinidad de Cristo que la magia y la Cábala.” Esto es cierto en lo referente a la divinidad del Logos o del Christos de los gnósticos; ya que ese Christos permanece el mismo Verbo de la Deidad eternamente inmanifestada, ya sea que la llamemos Parabrahm o Ain Suph o su expresión humana: Krishna, Buddha u Ormazd. Sin embargo, este Christos no es el Cristo de las iglesias, ni aun el Jesús de los Evangelios; ya que es sólo un principio impersonal. La iglesia latina se ha beneficiado de esta tesis, contribuyendo a que cuanto aconteció en el siglo pasado se repitiera ahora en Europa y en América, es decir: casi todo cabalista se ha convertido en un creyente de un Dios personal en la mera cara del Ain Suph original e impersonal.
Además, es un cristiano más o menos heterodoxo, pero aún un cristiano. Lo antedicho se debe, completamente, al hecho de que la mayoría de las personas ignoran: (a) que la Cábala, (especialmente el Zohar) accesible a nosotros, no es el Libro del Esplendor original, compilado de las enseñanzas orales de Simón Ben Jochai y (b) el Libro del Esplendor, siendo una exposición del sentido oculto de los (llamados) escritos de Moisés, era también un buen intérprete del sentido Esotérico encerrado bajo el velo del significado literal en las Escrituras de cualquier religión pagana. Al mismo tiempo, los cabalistas modernos parecen no darse cuenta del hecho de que, la versión actual de la Cábala ya no puede proporcionar todos los sentidos antiguos y primitivos, debido a sus textos muy revisados, las cosas agregadas para que colinden, tanto con el Nuevo como con el Antiguo Testamento, su lenguaje numérico recompuesto para que corresponda con ambos y los velos hábilmente elaborados. En síntesis: toda obra cabalista existente entre las naciones occidentales, no puede presentar ningún misterio de la naturaleza más grande de los que Ezra y compañía y los más recientes colaboradores de Moisés de León, desearon desdoblar. La Cábala contiene sólo lo que los cristianos sirios y caldeos y los ex-gnósticos del siglo XIII quisieron que se revelara. Además: lo que divulga, casi no recompensa el esfuerzo de pasar una vida, estudiándola. En efecto, a pesar de que pueda presentar un campo de interés inmenso para el masón y el matemático, enseña muy poco al estudiante sediento de misterios espirituales. El uso de las siete claves para penetrar los misterios del Ser en esta vida, en las futuras y en las que ya pasaron, muestra que “El Libro Caldeo de los Números” y los “Upanishads” esconden, innegablemente, la filosofía más divina, dado que es la de la Religión Sabiduría Universal; mientras la versión actual del Zohar, así mutilada, no puede mostrar nada del género. Además: ¿quién, entre los filósofos o estudiantes occidentales, domina todas las claves? Ahora se encomiendan sólo a los Iniciados más elevados en Gupta Vidya, a los Grandes Adeptos. Por lo tanto: es cierto que un neófito autodidacta y un místico incomunicado, a pesar de cuán grandes sean su genialidad y poderes naturales, no pueden esperar descifrar, en una vida, más que una o dos de las claves perdidas.
Es innegable que la clave de la métrica judía ha sido descifrada y, además, es de gran relevancia. Sin embargo: como podemos inferir de las palabras del mismo descubridor, en la nota que acabamos de mencionar, aunque la clave (escondida en la “Métrica Sagrada”) devela el hecho de que la “Sacra Escritura” contiene: “una ciencia racional de gran valor cuerdo”, no descorre el velo de ninguna verdad espiritual más elevada de la que todos los astrólogos han señalado en cada era: la relación estrecha entre los cuerpos siderales y los terrenales, incluyendo a los seres humanos. El prototipo de la historia de nuestro globo y sus humanidades se ha esculpido en los cielos astronómicos desde la A a la Z, aunque la Sociedad Real de los físicos no se percatará de ello por muchas edades futuras. El mismo descubridor escribe: “la esencia de dicha doctrina secreta, esta Cábala, consiste en la verdad pura y la justa razón; ya que es la geometría con la aplicación de los números apropiados, de la astronomía y del sistema de medidas, es decir: la pulgada masónica, el calibre de 24 pulgadas (o dos pies), la yarda y la milla. Según se afirma: todas éstas habían sido reveladas e impartidas divinamente y cuyo uso y posesión contribuyó a que se dijera, acerca de Abraham: "Bendito del Dios más Elevado, Abraham, medida del cielo y de la tierra‟”, la “ley creativa de la medida.”
¿Es esto todo lo que la Cábala primitiva contenía? No; y en algún otro lugar dicho autor observa:
“¿Quién puede decir cuál fuese la interpretación original y correcta [del Pentateuco]?” Esto induce al lector a suponer que los sentidos implícitos en los textos hebraicos exotéricos o su interpretación literal, o se limitan sólo a aquellos revelados por la métrica. Entonces, estamos justificados al decir que la Cábala judía, con sus métodos numéricos, ahora, es sólo una de las claves de los antiguos misterios y que, únicamente los sistemas orientales y arios pueden proporcionar las restantes, develando la verdad completa de la Creación.
El autor de “La Métrica Hebraica” termina diciendo: Cualquiera que haya sido la manera interpretativa judía de estos libros, la iglesia cristiana los ha explicado sólo literalmente y nunca les atribuyó propiedad alguna más allá de la literal y aquí yace su gran error.
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