Existen casos en que el mal ha sido rechazado; pero debe recordarse que esto sólo puede tener lugar cuando el mal que procede del exterior halla alguna cosa en la víctima que le sirve de base para poder actuar. El hombre cuya alma es pura y fuerte no puede ser afectado por semejantes maquinaciones. Por el contrario, los pensamientos semejantes pecaminosos y las acciones dictadas por la envidia y el odio, pueden producir el mal a lo largo de una de dos líneas. Pueden producir el temor en la víctima, y colocarla así en una miserable condición en la cual la enfermedad y toda suerte de males pueden fácilmente descender sobre ella. El hombre que no siente temor alguno se halla en excelentes condiciones para resistir semejantes embates, de la misma manera, el hombre que no tiene miedo a una enfermedad contagiosa es menos propenso a ser infectado que aquel que siente un terror continuo. Cualquier clarividente que observe los efectos producidos por la agitación nerviosa del miedo sobre el cuerpo astral y la parte etérica del vehículo físico, comprenderá al momento por qué esto es así, y verá que la inmunidad del hombre que no siente miedo se explica fácilmente apoyándose en principios puramente científicos. Otro caso todavía más pernicioso es aquel en que semejantes fuerzas pueden obrar en perjuicio de una persona, despertando en su interior vibraciones de la misma naturaleza que las suyas particulares. Así, por ejemplo, si un hombre tiene en su interior las semillas de la envidia, de los celos, del odio o de la sensualidad, estos sentimientos pueden ser excitados hasta su punto máximo, y puede ser inducido a cometer actos que en sus momentos de calma y serenidad mirará con horror. La pureza de pensamiento salva al hombre de semejantes peligros y, por lo tanto, es de todo punto innecesario que nadie se preocupe y moleste por los efectos que sobre sí puedan producir los demás. Existe otro peligro mucho más real que consiste en que podemos emitir, inconscientemente, pensamientos nada caritativos con respecto a otras personas, y de esa manera, y sin tener ninguna intención especial, ser causa de que dichas personas sufran algún perjuicio. Este es un peligro mucho más inminente del cual podemos perfectamente resguardarnos con sólo que procuremos que ningún pensamiento malévolo o colérico, de envidia o de celos, se alberguen ni por un solo instante en nuestros corazones.
En conclusión: el hombre que es puro y sincero no da lugar a que ninguna mala influencia se apodere de él, ni da tampoco entrada en su corazón a ningún mal pensamiento. Si su vida y sus pensamientos están en armonía con la Voluntad Divina, puede estar seguro de que ningún mago negro del mundo le podrá causar el menor daño. El peligro no está en el hecho de que podamos resultar perjudicados sino en que, por falta de dominio sobre nosotros mismos, nuestros pensamientos y deseos pueden a veces causar daño a los demás."
fragmento de VISLUMBRES DE OCULTISMO
C.W. LEADBEATER
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